El Médano Grande fue durante mucho tiempo el gran atractivo de Mar del Sur. A siete kilómetros del núcleo de la villa balnearia fue, y lo sigue siendo, durante muchos años la caminata obligatoria de muchos turistas y lugareños. Era tan simple como cargarse la mochila y empezar a caminar en dirección a Miramar por la playa. Era muy fácil de reconocerlo por su inmensidad y porque, por su cara sur, era rodeada por el arroyo “La Ballenera” que nace en la laguna que lleva el mismo nombre unos kilómetros más hacia dentro.
Su geografía ha cambiado mucho con el paso del tiempo. Antes estaba rodeado por una gran laguna llena de diferentes tipos de aves que prácticamente lo rodeaba todo. Su altura era mucho mayor que la actual. La arena se fue desplazando con el tiempo debido a los fuertes vientos y terminó tapando y desplazando la laguna. También había una cascada que algunos hablan que llegó a tener dos metros de altura, pero el tiempo y la erosión del agua la redujeron bastante a lo que es hoy (si es que está).
Sus playas tienen un tamaño medio en comparación con el resto de playas de Mar del Sur. Estas fueron el escenario de varios naufragios, inclusive muchos recientes y que aún se pueden ver sus restos oxidados sobre la playa.
Pero el Médano grande no siempre fue un escenario de naturaleza y aventuras. En los años noventa tuve la oportunidad de hablar en Buenos Aires con un profesor de universidad que, sabiendo que yo era un recolector de historias de Mar de Sur, decidió citarme un día para contarme algo que tenía muy guardado hace tiempo y que sería interesante que no se perdiera. Este hombre decidió mantener el anonimato debido al compromiso que suponía contarme lo que había ocurrido allá por el año 1969. Ocurrió en plena dictadura militar de Onganía, cuando el patrimonio Argentino y su clase obrera estaban siendo la carne de cañón de lo que en ese momento se llamaba neoliberalismo y hoy se denomina globalización. Entonces saqué mi grabadora y apreté el botón de REC:
Fines de Marzo de 1969. Llegamos a Mar del Sur una tarde tranquila, sin viento, donde un intenso sol descendía por el campo detrás de Rocas Negras. Dada la hora, instalamos nuestras dos carpas rápidamente en la punta del arroyo la Carolina del lado sur. Una vez instalados, dos de nosotros nos trasladamos hasta la carnicería de un hombre macanudo llamado Marmoria. Allí, charlamos un rato como si nos conociéramos de toda la vida. Queríamos que nuestra presencia como mochileros sea asumida por la poca gente que transitaba por Mar del Sur como una simple estadía. A la mañana siguiente encendimos un pequeño fuego, tomamos café y cerca del mediodía levantamos el campamento (éramos cuatro integrantes todos hombres). Nos trasladamos por la playa rumbo a un lugar que lo denominaban el Medano Grande, camino hacia Miramar. Al llegar luego de una intensa caminata, nos sorprendió la altura este médano (un poco mas de cincuenta metros de altura). Eso nos produjo una gran tranquilidad, porque nuestro objetivo era instalarnos en la falda norte del mismo, donde además, apoyados por una intensa vegetación de altos cardos y una gran laguna que bordeaba su parte oeste plagada por patos silvestres, gaviotas y aves de todo tipo, nos protegían de cualquier curioso en medio de aquella fantástica soledad natural, teniendo como contrapartida la inmensidad del mar. Nuestro objetivo como integrantes de una organización político militar peronista revolucionaria era en ese momento llevar adelante una serie de ejercicios de entrenamientos con armas cortas y largas que consistían en asegurar la puntería desde distintas posiciones, contra objetivos colocados en la falda norte del Médano Grande. Uno de nosotros ejercía permanentemente, con binoculares y a simple vista, una permanente vigilancia ante la posibilidad que apareciera alguna persona atraída por los estampidos o por curiosidad. Además, también, por cuidar por la seguridad física del supuesto visitante que eventualmente se acercara. Así pasamos dos días. Las armas se colocaban a cien metros del campamento para evitar cualquier sospecha en caso de una requisa sorpresiva e inesperada. De noche se practicaba el desarme rápido y la limpieza de las armas en cuestión, fundamental para mantenerlas en buen estado. Al tercer día tuvimos que retirarnos del lugar apresuradamente, por medidas de seguridad, ya que un helicóptero supuestamente de la prefectura marítima de Mar del Plata o del cuerpo de Infantería de Marina de la misma ciudad patrullaba la costa viniendo desde Necochea en esos instantes. Al divisarlo dejamos las armas en el suelo rápidamente y nos pusimos a jugar al futbol instantáneamente como ya teníamos preparado ante cualquier eventualidad de éste tipo. El helicóptero pasó, no giró y siguió camino hacia la ciudad de Miramar donde lo perdimos de vista. Pero ante la duda levantamos urgentemente el campamento, nos dividimos en dos grupos y caminamos a través del campo por el arroyo la Ballenera hasta el camino viejo de tierra que era muy dificultoso para transitar (ya que el asfaltado fue realizado mucho tiempo después). Tuvimos suerte en ese corto trayecto que habíamos empezado a recorrer porque de pronto apareció el último colectivo del día que se trasladaba hacia Miramar. Le hicimos señas y el chofer paró. Dentro del colectivo tuvimos la sorpresa de encontramos con los otros dos compañeros que habían salido un kilómetro antes que nosotros en el trayecto del camino y con los cuales habíamos quedado en reunirnos a la hora que fuere en un bar del cual salían transportes a Mar del Sur, y que se encontraba en ese momento frente a la Plaza de Miramar en la calle 28. Este es un recuerdo imborrable de un lugar apasionante como es Mar del Sur y de un episodio no conocido que es parte de la gloriosa historia del Pueblo peronista y de Argentina.
Anónimo.
Ver mapa más grande
Reproducido por Laureano Clavero
Para saber más:
http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_Ongan%C3%ADa
http://www.youtube.com/watch?v=2-pSDXmFbsU&feature=related
http://www.monografias.com/trabajos12/preongan/preongan.shtml
jueves, 1 de julio de 2010
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