Mandrafina decidió contarnos su
historia como fotógrafo y artista. Desde este blog se eligió el título
“Esculpiendo Mar del Sud” en relación a la teoría sobre cine del gran director
ruso Andrei Tarkovsky que se llamó “Esculpiendo el tiempo”.
Mi primer contacto práctico con la fotografía fue a principios
de los ochenta, tenía diez u once años y mi viejo volvió de un viaje con una
cámara réflex. Así que me regaló la “telemétrica” (de esas con visor al
costado). Todavía conservo los negativos en blanco y negro del primer rollo que
saqué.
El primer contacto real con la
fotografía debe haber sido antes, cuando me quedaba horas mirando los libros de
fotos (mayormente de Nueva York de los años 20 a los 40) que usaba mi
viejo como documentación para dibujar Savarese. Y también debe estar ligado a
esos mismos cuadritos en blanco y negro que todavía sigue dibujando.
Esa primera cámara, de la que ya no
recuerdo la marca, se perdió y más adelante con
las idas y vueltas fui alternando blanco y negro y color con la nueva
cámara. A principios de los noventa, todos los veranos, llevaba prestada la réflex
a Mar del Sud. Tengo muchos rollos sacados, casi siempre en blanco y negro, de
este fantástico lugar al que le debo también gran parte de mi entusiasmo por
este arte. Era mi obsesión captar en una imagen la misma sensación que
experimentaba yo al contemplar los paisajes de este pueblo casi surrealista.
Siempre leyendo, probando y
mirando, fui aprendiendo por mi cuenta los conceptos teóricos y prácticos de
este arte.
Mientras tanto, la vida y mis
otras inquietudes artísticas me llevaron a estudiar formalmente la carrera de
Músico Intérprete en la escuela del sindicato de músicos y Composición en el Conservatorio Manuel de
Falla, dedicándome hasta hoy a la enseñanza como profesor de guitarra.
Así como nunca dejé de volver a
Mar del Sud, nunca dejé de sacar fotos y en los últimos años decidí darle un
espacio mayor a la fotografía, en lo expresivo y en lo profesional. Y aunque ahora
saco mayormente en formato digital, todavía llevo la
Pentax K 1000 con un rollo cargado.
Sebastian Mandrafina
Sebastian Mandrafina
Que las fotos hablen por si solas:
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